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18 febrero 2013 1 18 /02 /febrero /2013 11:58

           Via-Crucis-de-Sevilla.jpg La celebración del Vía Crucis, en su pureza y esencia, ha dejado en entredicho a quienes rezaban para que todo saliese mal. Y no lo digo por quienes se pronunciaban por la inadecuada disposición de la autoridad eclesiástica que prefirió la presencia de las Imágenes seleccionadas en sus pasos de salida procesional a unas parihuelas en las que realizar el traslado. Si de todas maneras había misterios que no se correspondían con la escenificación evangélica. El encuentro con las Santas Mujeres, la del cirineo, por poner dos ejemplos. Lo digo por quienes se afanan en presentar, a la generalidad de las Hermandades como entidades seglares en donde la ausencia de la fe, el compromiso con la caridad y el mensaje de Cristo se formalizan

            Cierto es que hay un sector de dirigentes que no mantienen el nivel adecuado para regir a sus corporaciones e incluso, lamentablemente, no tienen la preparación teológica y personal adecuada. Hay personas que se visten de presunción y hasta utilizan sus cargos en las hermandades como catapultas para sus relanzamientos profesionales. Hemos pasado de la austeridad y el compromiso, al derroche de chabacanería.  Eso es lo que sucedió ayer.

Los pasos que debían presidir las estaciones del mismo no pudieron acudir a la convocatoria realizada por las adversidades climatológicas que se presentaron durante la jornada. La decisión no pudo ser más acertada. La suspensión de los traslados parecía refrendar la coherencia de las hermandades en la toma de sus decisiones, en el carácter religioso que hay que imprimir a sus procesiones. Las cofradías tienen como fin principal, así se conciben en sus orígenes, catequizar a quienes las contemplan, intentar acercar a Dios a la condición humana a través de la imagen. Las circunstancias de los tiempos han ido adecuando los compromisos formativos y las hermandades y cofradías realizan una ingente labor en este aspecto. Miles de jóvenes acuden a las dependencias de las casas de hermandad a conocer el mensaje salvífico de Cristo, a reencontrarse con los evangelios y tratar de ajustar las enseñanzas a los comportamientos y usos actuales. La vigencia de la Iglesia en innegable.

Cierto es que hay algunas conductas que pudieran entenderse como inadecuadas, que hay actitudes que demuestran la ineptitud de sus dirigentes, achacables en algunos casos a la bisoñez propia de la juventud, personal y de la institución que representan.

Había un pacto, una regla no escrita, en la que se suspendían TODOS los traslados si una sóla de la Hermandades decidía no efectuarlo por cuestiones meteorológicas, como sucedió en el día de ayer. Sin embargo, y como suele suceder casi siempre en esta ciudad donde los muros hablan y vociferan secretos, hubo nueve hermandades que mostraron su disposición a efectuar sus salidas y cinco que matizaron sus recelos y negativas a realizarlos, tras confrontar los datos que llegaban de la Agencia Estatal de Meteorología, que certificaban la presencia de la lluvia en el trascurso de la jornada. No pasa nada. El piadoso ejercicio del Vía Crucis, principal motivo del encuentro de cofrades, se celebró con esplendor en las naves catedralicias.

Lo que no es tolerable, porque comienza a dar razones a quienes se obstinan en desacralizar los fundamentos que nos mueven cuando ingresamos en una cofradía, es la obstinación por realizar una procesión, aunque sólo se produzca en unos metros, y las manifestaciones de otras dos, con siglos de vida a sus espaldas, para sacar sus pasos a la calles extemporáneamente, sin ningún motivo ya que el propósito principal, participar en el Vía Crucis Extraordinario, había sido suspendido.

Esta minoría, señalando también la puntualidad de estas actuaciones, no puede desarmar el esfuerzo y el trabajo de otras muchas que se deshacen por extender las enseñanzas de Cristo. Poner en un brete la honestidad y el compromiso devocional del conjunto, por la actitud inadecuada de tres corporaciones, es obrar con injusticia. Las decisiones son responsabilidades que tienen que asumir quienes las toman. A ésos hay que exigirles y pedirles explicaciones por sus conductas.

La lluvia vino a poner a cada uno en su sitio. Pero eso no es óbice para reconocer que hay de todo en la viña del Señor. Y si alguien tiene que poner orden porque considere que no se cumple con las prebendas espirituales, con las que fueron concebidas las hermandades, que lo ponga. Pero ése es otro tema.

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