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16 octubre 2013 3 16 /10 /octubre /2013 11:23

Margarita.jpgNo tengo más rostro que el tuyo en mi mente. No quiere que cuentes los sueños que miran en tu rostro el universo, porque pierdo el sentido y se ofuscarán mis recuerdos. Quiero que vivas el presente. Que el pasado se ausente de ti, de mí, de los nuestros. Es el vivir sentido que penitente camina por las lides del cariño. No quiero a suerte del olvido que es pensamiento perdido en ellos, en los que nos miran sin entendernos. ¡Qué vivir junto a ti ya es un sueño! Quisiera ser Rubén Darío, pero no puedo. Me tiemblan las manos cuando escribo ese cuento que siempre te debo, la deuda de la quimera de querer ser el primero. No debo ignorar lo que quiero, tú, siempre tú, desde aquel día que tus ojos se abrieron y mis labios aprendieron a decir un nombre, a escuchar el susurro de verso que se hizo para ti, aunque aún eras sueño en los sueños del tiempo. Como siempre, vuelve el verso a ti, la rima que rima en tu nombre, el homenaje del padre que empieza a sentir el recorte del tiempo. Margarita me gusta saber que te quiero y el poeta nicaragüense me pide permiso para elevar sus recuerdos en los míos…

 

 

Margarita está linda la mar, 
y el viento,
 
lleva esencia sutil de azahar;
 
yo siento
 
en el alma una alondra cantar;
 
tu acento:
 
Margarita, te voy a contar
 
un cuento:
 

Esto era un rey que tenía
 
un palacio de diamantes,
 
una tienda hecha de día
 
y un rebaño de elefantes,
 
un kiosko de malaquita,
 
un gran manto de tisú,
 
y una gentil princesita,
 
tan bonita,
 
Margarita,
 
tan bonita, como tú.
 

Una tarde, la princesa
 
vio una estrella aparecer;
 
la princesa era traviesa
 
y la quiso ir a coger.
 

La quería para hacerla
 
decorar un prendedor,
 
con un verso y una perla
 
y una pluma y una flor.
 

Las princesas primorosas
 
se parecen mucho a ti:
 
cortan lirios, cortan rosas,
 
cortan astros. Son así.
 

Pues se fue la niña bella,
 
bajo el cielo y sobre el mar,
 
a cortar la blanca estrella
 
que la hacía suspirar.
 

Y siguió camino arriba,
 
por la luna y más allá;
 
más lo malo es que ella iba
 
sin permiso de papá.
 

Cuando estuvo ya de vuelta
 
de los parques del Señor,
 
se miraba toda envuelta
 
en un dulce resplandor.
 

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
 
te he buscado y no te hallé;
 
y ¿qué tienes en el pecho
 
que encendido se te ve?».
 

La princesa no mentía.
 
Y así, dijo la verdad:
 
«Fui a cortar la estrella mía
 
a la azul inmensidad».
 

Y el rey clama: «¿No te he dicho
 
que el azul no hay que cortar?.
 
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
 
El Señor se va a enojar».
 

Y ella dice: «No hubo intento;
 
yo me fui no sé por qué.
 
Por las olas por el viento
 
fui a la estrella y la corté».
 

Y el papá dice enojado:
 
«Un castigo has de tener:
 
vuelve al cielo y lo robado
 
vas ahora a devolver».
 

La princesa se entristece
 
por su dulce flor de luz,
 
cuando entonces aparece
 
sonriendo el Buen Jesús.
 

Y así dice: «En mis campiñas
 
esa rosa le ofrecí;
 
son mis flores de las niñas
 
que al soñar piensan en mí».
 

Viste el rey pompas brillantes,
 
y luego hace desfilar
 
cuatrocientos elefantes
 
a la orilla de la mar.
 

La princesita está bella,
 
pues ya tiene el prendedor
 
en que lucen, con la estrella,
 
verso, perla, pluma y flor.
 

* * *
 

Margarita, está linda la mar,
 
y el viento
 
lleva esencia sutil de azahar:
 
tu aliento.
 

Ya que lejos de mí vas a estar,
 
guarda, niña, un gentil pensamiento
 
al que un día te quiso contar
 
un cuento.

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