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30 agosto 2013 5 30 /08 /agosto /2013 14:20

            giraldillo.jpgLa Giralda es el símbolo por el que se conoce, a nivel mundial, nuestra ciudad. Es el icono representativo de Sevilla. Tan sólo apreciar su silueta, nada más que su perímetro inconfundible, basta para situarnos en el mapa de la memoria y del espacio. La torre almohade, al menos su origen permanece en las dos terceras partes de su estructura, formó parte de la gran mezquita sobre la que se edificó posteriormente, la obra que tomó por locos a quienes diseñaron y construyeron la catedral de Santa María de la Sede. Era el alminar del templo musulmán. Siglos después, le fue añadido el cuerpo de campanas, remodelación que fue dirigida por Hernán Ruiz, estilizando su figura con la representación de la imagen de la Fe, que sirve como veleta y guía de los vientos que acarician los contornos de la torre.

Fundida en cobre fue realizada por Bartolomé Morel entre 1566 y 1568, utilizando un modelo de Juan Bautista Vázquez, muy probablemente inspirándose en un dibujo del pintor Luis de Vargas, aunque algunas fuentes discrepan de la cita y acentúan su opinión en la influencia de Diego de Pesquera, aunque de escasa verisimilitud, pues en aquella época el pintor de encontraba en Granada, trabajando en la sala capitular se la Catedral granadina y en la portada de la iglesia de San Pedro.

El Giraldillo representa a una mujer con túnica, una palma en una mano y un escudo guerrero en la otra, inspirada en la diosa griega Palas o en la romana Minerva, ambas representaban a la sabiduría y el conocimiento. Es, por tanto, una exégesis cristianizada de una imagen pagana. Se trata probablemente de la escultura de bronce más importante del Renacimiento, una obra magnífica que se agrega la magnificencia de la torre que corona y dentro de la grandiosidad que supone la catedral sevillana, tanto que Cervantes la nombra y define como “aquella giganta de Sevilla…”.

Durante siglos, esta colosa de los vientos, esta santa Juana que guía y señala los viento de los cielos sevillanos, que parlotea con las corriente y las enamora, permaneció incólume en el cenit de la torre sin que nadie se preocupara por su estado, tal vez celosos de que pudiera descubrir tantos misterios y secretos de los que ha sido testigo. La giganta ha sufrido varias intervenciones, para asegurar su estructura, con el paso de los siglos, pero fue en el año 1997 cuando cundió la preocupación entre los expertos y técnicos que percibieron unos daños estructurales que ponían en peligro la estabilidad y la seguridad del Giraldillo. Su intervención duro casi seis años y el coste total de la operación seiscientos mil euros. En las explicaciones vertidas del proceso del trabajo, la Consejera de Cultura, por aquel entonces Dª Carmen Calvo, señaló que, aunque muchas otras instituciones hablaron en principio de la importancia del proyecto, finalmente fue la Junta la que tuvo que asumir el montante de la operación. Sin embargo, la Consejera mostró su satisfacción por la decisión tomada por su Consejería, ya que, según dijo, “esta es una buena forma de gastar el dinero público, el dinero de todos los andaluces”. Me parece estupendo que se aplique dinero del presupuesto para este tipo de actuaciones, en cualquiera de los muchísimos monumentos que se dispersan por la geografía andaluza, pues son signos de nuestra identidad y muestras indelebles de nuestra cultura. Pero, por Dios que sirvan para que perduren en el tiempo. ¿Sirven para algo los avances tecnológicos aplicados a los métodos para la conservación y restauración de nuestros monumentos? ¿Eran mejores las técnicas y los métodos de trabajo realizados en los siglos XVI y XVII, donde el conocimiento, se supone, era menor al de nuestros informatizados tiempos?

 

No tengo la menor duda del rigor científico, ni de la preparación excepcional de los técnicos que realizan sus labores en el Instituto Andaluz de Patrimonio Artístico. En absoluto. Pero algo falla. Alguien ha fracasado en su trabajo. A quién corresponda depurar las responsabilidades de la oxidación del mecanismo sobre el que gira la veleta, que lo haga a la mayor brevedad posible. Y por favor. A ver si en estos tiempos de tantos recortes a la cultura, a los profesionales, a los obreros, de solicitar tantos sacrificios a los estudiantes y a las familias,  se logra restituir el eje sin tener que gastarse cien millones de las antiguas pesetas, en recuperar la salud del principal símbolo de la ciudad.

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