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            Las últimas declaraciones del Teniente de Alcalde y Delegado de Movilidad del Ayuntamiento de Sevilla, D. Francisco José Fernández Sánchez, con respecto al plan de tráfico diseñado para el casco histórico de nuestra ciudad, manifestando el “éxito” de las medidas tomadas para ello, exponiendo datos y detalle nada pormenorizados, sin el respaldo de un estudio o de un informe avalado por los propios técnicos del ayuntamiento, deja a las claras la inutilidad de estas medidas, al menos para los vecinos, que se sienten discriminados, o para los comerciantes que han apreciado una notable merma en el balance de sus ventas.

            Explicaba muy acertadamente el vicepresidente de Aprocom, D. Manuel Dorado Cortés, la negativa influencia por la restrictiva medida, de limitar al tráfico rodado de particulares y no residentes de esta noble zona sevillana, adoptada por el equipo de gobierno municipal, que ha ocasionado ya notables pérdidas en negocios, algunos se verán abocados al cierre de continuar esta tendencia descendentes de ventas. Argumentaba sus razonamientos haciendo ver que ante la imposibilidad de acceder con sus vehículos al centro se ha podido observar una menor afluencia a sus tiendas, muy al contrario de lo expresado por el edil, que asegura que por la zona transita una ingente cantidad de personas, hecho que verdaderamente puede ser constatado, lo que no significa que esta misma muchedumbre acceda a los locales para realizar compras. Como también es constatable, y hasta puede comprobarse, el desolador vacío de algunos de estos comercios, en los que se ha llegado a exponer un anuncio, a título de urgente reclamo, en que se decía: “Se necesita cliente. No hace falta experiencia”. Este toque de humor negro viene a corroborar las declaraciones del vicepresidente de Aprocom y a poner de manifiesto la dramática situación por la que atraviesan los negocios del centro, en su mayoría de carácter familiar.

            Afirmar que la restricción al tráfico rodado, en el casco histórico de Sevilla, viene a garantizar una mejor calidad de vida de los residentes, al ampliárseles las posibilidades de aparcamiento, es dogmatizar en la incongruencia, resaltar la mentira y poner en duda las declaraciones de los vecinos, que se han pronunciado en numerosas ocasiones en contra de esta medida, al considerar que los aíslan, que le privan de la viabilidad de convivencias con sus familiares y que les delimitan sus posibilidades para ofrecer y recibir servicios profesionales, lúdicos e incluso sanitarios.

            La rectificación y marcha atrás sobre esta arbitraria y recaudatoria decisión administrativa –que esta es otra- activaría el comercio –a los que por cierto les mantienen sus impuestos ¿o debiéramos decir diezmos?- y supondría la recuperación de los espacios para los contribuyentes, que actúan con el civismo y la educación con la que siempre se han distinguido y puedan hacer uso de sus calles con mesura y urbanidad observando el debido respeto a quienes habitan en la zona, y que los vecinos dejen de sentirse como en los guetos de Varsovia, en la segunda Guerra Mundial, y no les hagan partícipes de los desastres económicos que ya acechan a los comercios tradicionales y a esa multinacional, que ocupa gran parte del suelo negado a los sevillanos, y que ha ya visto disminuida sus excelentes ganancias, según sus últimos balances. A ver qué pasa en esta zona de la ciudad cuando este imperio comercial no vea rentable sus condiciones de negocio y –Dios no lo permita y quede todavía algo de romanticismo en sus gestores principales- por obra y gracia de sus intereses mercantiles decida trasladar sus instalaciones a otros lugares de la ciudad donde no se coarte el acceso a sus clientes, donde se favorezca la afluencia de personas para que entren a tropel en sus instalaciones, porque entonces sí que habrán conseguido, estos gerifaltes y aprendices del esperpento, convertir el centro en un lugar de absoluta tranquilidad para sus vecinos.