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            La rotundidad con la que se expresó el Licenciado en Historia del Arte, y  profesor de la Universidad de Sevilla, Manuel Jesús Roldán Salgueiro fue tan elocuente, directa y honrada en su exposición, que dejó un halo de intriga suspendido en el recogido ambiente que sostienen enclaustradas las hermosas, y recuperadas naves del templo que un día fue centro de oración del colegio del Valle.

Desarrolló una ponencia de lo más significativa y sugerente por su título: “La muerte del Arte”. Si he de ser sincero, esta convocatoria me llamó poderosamente la atención, porque no es lo más natural, ni lo más lógico, ni lo más habitual, nominar con esta leyenda, que pudiera espantar de hecho a más de uno, una disertación en el ámbito artístico en la que se iba a desarrollar la conferencia, pues en este tipo de actos lo frecuente, a la conclusión de la celebración de la Sagrada Eucaristía, lo que suele predominar es la simplicidad de los temas a difundir para no complicarse la vida, y entramar un sermón, al que a veces suele ponérsele el disfraz de discurso académico, en el que hasta las moscas se marchan adormecidas. He sido testigo, en más de una ocasión, de sublimes cabezazos y bostezos que si los diera una vaca sería capaz de desencajarle la mandíbula, en conferencias que cerraban el programa de actos de convivencias de hermandades, con más interés y prisas por los asistentes en doblar la esquina y enfilar el sendero que conduce a la casa de Hermandad, en donde espera el suculento ágape. Allí ya no hay distracciones ni aletargamientos.

La valentía de la Hermandad de los Gitanos por encomendar una conferencia en la que se pondría en entredicho la evolución e innovación artística de las nuevas creaciones de Imágenes y enseres religiosos en nuestros tiempos, es digna de encomio y de un prolongado aplauso. El profesor Roldán Salgueiro, desde el primer momento, dejó patente el atrevimiento histórico de las Hermandades cuando encargaban una obra. Significó como los escultores y autores de las distintas épocas se dejaron impregnar por los movimientos artísticos que imperaban en cada una de ellas, imponiendo en sus creaciones todo el vanguardismo que les llegaba, las influencias que las diferenciaban de las anteriores, expresándolas con valentía y sin contriciones.

Se lamentaba, o al menos en su exposición de hechos, en sus reflexiones en las postrimerías de su discurso así lo expresaba, de la falta de originalidad en la confección imaginera actual que se ha limitado ,estancándose en la creación, a imitar y reproducir lo que ya hicieron los grandes escultores de los siglos XVI, XVII y XVIII –que sí que fueron vanguardistas y arrojados en sus proyectos- dotándolos, en un nefasto y desdichado adueñamiento del concepto, del rango de estilo sevillano, poniendo en duda incluso qué valores y matices son los que definen esa presunción de sevillanía con las que algunos tan categóricamente se pronuncian ante un proyecto en ciernes y su cuestionamiento por aparecer distinto a los modelos escultóricos que se establecieron, en su mejor época o al menos de la de mayor esplendor, durante el barroco. ¿Acaso las tendencias actuales no podían incorporarse a las Hermandades para dejar constancia de los tiempos en los que viven? Se evitaría así algunos de los mamarrachos que pueden observarse por las calles de nuestra ciudad, a destiempo y rompiendo los ciclos litúrgicos que se establecen para las celebraciones religiosas pertinentes, con procesiones en las que se desvirtúa el verdadero y esencial motivo para el que fueron constituidas nuestras Hermandades y Cofradías. Imágenes sin ningún atisbo de calidad artística, incapaces de transmitir los valores religiosos, con claras y nítidas deficiencias, que vienen sólo a cubrir el ego de algunos que sostienen la extraña creencia de que en esta sociedad, que se limita a copiar –en ocasiones sin ningún acierto- todo está bien visto, todo se puede igualar por abajo y en la que todo es posible si un orden y sin reglas que limiten y doten de sensatez las acciones de los hombres. Un poco de cordura no vendría mal para restituir la natural evolución en las ideas, en las artes, que al fin y al cabo hacen al ser humano un ente superior y mejor ante sus congéneres irracionales. Me gustó el arrojó de que lo escuché ayer. Un acierto de la Hermandad de los Gitanos.