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            Se ha levantado, entre la clase política local, especie de máxima atención hacia hermandades de Sevilla ante la proximidad de las elecciones municipales del próximo mes de mayo. Es increíble el acercamiento, en estas fechas, de los dirigentes máximos de los partidos políticos a las casas de Hermandad en busca del voto, una ambición que ellos esperan alcanzar con las promesas de mejoras de las relaciones institucionales o con la oferta de alguna subvención o ayuda para las mejoras de las instalaciones donde desarrollan la vida de hermandad. Buscan el voto con ansia y para ello no dudan en ofrecer el oro y el moro.

            La última extravagancia, por utilizar un término cariñoso, llega desde la Hermandad del Rocío de Sevilla-Sur. Allí se fue el Sr. Rodríguez Torrijos –ese señor que cuando se dirige a las Hermandades lo hace desde “la indiferencia del respeto”- a poner su pica electoral de Flandes. Ni corto ni perezoso, durante la función que dedica esta joven corporación rociera en honor a la Reina de las  Marismas, apalabró públicamente este “docto” político la propuesta para elevar al pleno del Ayuntamiento la concesión de la réplica de la Medalla de la Ciudad, soliloquio que concluyó con un sonorísimo aplauso de los presentes.

            Poco más de dos semanas ha tardado el partido que comparte –o se deja llevar por IU- el poder en el ayuntamiento para pronunciarse en idénticos términos. Esta vez en el Cerro del Águila, también a la Hermandad del Rocío de este popular enclave sevillano donde el PSOE mantiene una posición electoral hegemónica y rotunda frente a otras corporaciones políticas.

            Ambos persiguen unos objetivos muy claros. Mantener su poder electoral en los sectores de la ciudad donde ya vencieron en comicios anteriores. Agotadas las vías naturales de sus votantes, en algunos casos reticentes y desilusionados en los proyectos que les presentan, buscan en las masas sociales que se le alejan ideológicamente, la estabilización de sus cuotas de poder con promesas sentimentales, en este caso la concesión de la réplica de la Medalla de la Ciudad. Y lo hacen sin pudor quienes, hasta hace unos días, mostraban su indiferencia por cuánto sucedía en el mundo de las cofradías, con sarcásticas enunciaciones que mostraban el sentido aconfesional de las instituciones políticas que representan. No hay más que indagar un poco en las hemerotecas y comprobaremos, en algunos casos puntuales, cómo se vierten verdaderos ultrajes a la devoción y profesión de fe de la mayoría de los sevillanos. Que levante la mano quién no esté vinculado a una Hermandad.

            Estas repentinas conversiones paulinas tienen un interés claro que todos podemos suponer y de los que ya he dejado algunas muestras en párrafos anteriores. Pero hacerlas a Corporaciones -y que no se malinterpreten las palabras que a continuación expondré, porque merecen y tienen todos mis respetos- que apenas gozan de un cuarto de siglo de existencia me parece cuando menos inapropiado, porque me suenan a manipulación, a maniobras de aprovechamiento de la buena voluntad evangélica que siempre disponen las Hermandades para quienes quieran acercarse a ellas, cuando no a desdén hacia aquellas otras que ya dejaron la bisoñez e inocencia de sus comportamientos cuando cumplieron algunos siglos de vida.

            Busquen en su memoria algunas recientes intervenciones de estos personajes de la política municipal y cotejen sus aseveraciones públicas al respecto de las Hermandades, muy especialmente las del Sr. Rodríguez Torrijos, don Antonio.