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            Y el tío se quedó tan pancho. En una entrevista publicada en Diario de Sevilla el pasado día veintinueve, y que firma el periodista del mencionado diario Carlos Mármol, uno de estos nuevos profetas de la modernidad -del que voy a obviar hasta su nombre- uno de esos gurús de la “cultura modernista” que no hacen más que jactarse de lo progresistas y esenciales que son en sus opiniones, y que nos ha traído el magnífico ejemplo de la arquitectura de la nueva plaza de la Encarnación, entre otras “delicadezas para el espíritu”, lanzó entre otras majaderías –eso sí novedosa e increíble revelación para los de mi generación- que al Señor del Gran Poder, cuando él llegó a Sevilla, a mediados del siglo pasado, sólo lo veían cuatro, que poco menos que pasaban por allí.

            ¡Qué suerte tuvo este hombre de poder ver al Señor sin la muchedumbre que Lo suele acompañar cada mañana del Viernes Santo! ¡De qué craso error me ha sacado este artista de la nada al creerme esas viejas fotografías, que debían estar manipuladas, digo yo, de siglos anteriores, donde una ingente multitud rodeaba su paso al entrar en la plaza de San Lorenzo! ¡Cómo he podido vivir en este engaño durante tantos años! ¡Cómo las cofradías de esta ciudad han podido subsistir sin los descubrimientos metafísicos e históricos de esta eminencia de elocuencia y autenticidad!

            Según los estudios de esta excelencia de la erudición sobre el progreso cultural de nuestra ciudad y sus tradiciones, el fenómeno de la Semana Santa de Sevilla, su evolución, religiosidad y proyección, no hubiera sido posible sin la intervención y mecenazgo, a principios de los años ochenta, del partido que gobierna en la actualidad esta Sevilla nuestra, que con sus medidas y acercamiento a las clases menos pudiente posibilitaron el crecimiento y reconocimiento, a nivel mundial, de la mayor fiesta religiosa y popular de esta Sevilla que ahora él nos descubre y que por lo visto, nosotros ignorábamos.

            Los estudios y publicaciones de Chaves Nogales, de Romero Murube, entre otros muchos, por no nombrar a los escritores extranjeros que visitaron en los siglos XVII, XVIII y XIX, y las obras literarias de los Machado, Blanco White, Bécquer, Juan Sierra, Luis Cernuda, García Lorca, Blaco Ibáñez etc., en las que se referencia y se pone de manifiesto la devoción popular de nuestras imágenes, que han traspasado las barreras de la ciudad para convertirse en universales, mentiras e incoherencias. Esas linotipias y fotografías antiguas del Señor navegando por un mar de personas, con otra riada marchándose tras haber orado Al que todo lo puede, figuraciones y montajes de Photoshop. Ignorantes de nosotros que no sabemos que nuestros abuelos ya se nos adelantaron en estas técnicas de composición artística.

Es una verdadera vergüenza que haya individuos, subidos además al carro de las subvenciones que se procuran con nuestros impuestos, que se permitan manifestarse de manera tan ignominiosa, una afrenta a la inteligencia de los ciudadanos. Si lo que quieren es tomar impulso para cobrar relevancia y mostrar sus inquietudes culturales, que lo hagan sobre materias de las que verdaderamente entiendan y podamos sacar conclusiones, que nos adiestren el espíritu y no que vengan a querer hacernos ver que nuestras Imágenes carecen de devoción. Son muchos siglos de fervor, de oraciones y devoción para que intenten tomarnos por tontos. Y como he escuchado alguna vez, de capirote.

            El Señor del Gran Poder, querido amigo, siempre ha procesionado con una multitud arropándolo, con un gentío que lo Aclame y Colma de oraciones. Es más, querido y respetado ignorante, no hace falta siquiera que salga de su templo para poder comprobar que su multitudinaria devoción no es gloria de un día, ni tiene límites ni fronteras, ni es fruto del pago a favores mundanos, como sea su caso tal vez, si no de la concesión de gracias que realiza diariamente a ésos a los que usted tan desdeñosamente ha eliminado de la historia sentimental de esta ciudad y entre los que se encontraba mi abuela Carmen.