Me ha llegado esta carta a través del gran dios de nuestros tiempos, es decir por internet. Los comentarios que se vierten en ella son de una sustancia extraordinaria y revelan una situación para demoler un edificio que todavía no se ha comenzado a edificar.
“FRANCISCO PASTOR GUZMÁN - Castellón - 17/01/2012
Trabajo desde hace 14 años en I+D y desde hace 10 años lo compatibilizo con unas horas semanales de profesor en la universidad. Me esforcé de niño y adolescente en intentar aprender, sacar buenas notas y pasarlo bien. Me esforcé en la universidad para sacar la carrera y pasarlo bien. Me esforcé luego dando clases particulares y continúo ahora esforzándome en mis dos trabajos. Hace 10 años, junto a mi pareja, compramos un piso que entraba dentro de nuestras posibilidades. Ahora, tras 10 años de esfuerzo, hemos ahorrado el dinero suficiente para pagar lo que nos queda de hipoteca. Llevo años esforzándome y nunca he vivido por encima de mis posibilidades. Podía permitirme coches más caros pero no los he comprado, nunca he pedido un crédito para irme de vacaciones, reformé mi piso cuando tuve dinero para hacerlo. Me esfuerzo en educar a mis hijos lo mejor posible, los llevo a la escuela pública y me esfuerzo en la asociación de padres para ayudar a mejorarla. Cuando mis hijos enferman los llevo a la sanidad pública y si me queda jarabe en casa le digo al médico que no me haga una receta que no necesito.
Ahora estoy a punto de quedarme sin trabajo gracias a los que han vivido "por encima de nuestras posibilidades". Ahora me piden "un esfuerzo más". Yo siempre he pagado puntualmente la hipoteca y lo sigo haciendo así que no he hundido a la banca. Yo no he hecho bajar la Bolsa, no he hundido los mercados, no he inflado la economía, no he especulado con la vivienda, no he organizado carreras de coches en mi ciudad, no necesito un aeropuerto sin aviones, no tengo yate para ver la salida de la Copa América, no he ido nunca a ver la ópera en el Palau de les Arts. Yo no he deteriorado la escuela ni la sanidad pública, no he tenido becas ni subvenciones, no he cobrado nunca el paro ni he provocado déficit al Estado, la autonomía ni la Seguridad Social. Yo no conozco a Moody's, Fitch ni Standard & Poor's pero sí conozco a los que vivieron por encima de mis posibilidades. Yo no les voté, a mí no me representan.
Soraya, el esfuerzo se lo pides a ellos.”
Magnífica carta, si señor. Si todos hubiéramos hecho ésto en los últimos ocho años tal vez la situación hubiera sido otra. Pero no, nos dejamos guiar por los políticos que nos gobernaban. Ocho años diciéndonos, a los que no entendemos de política ni economía, por eso pusimos en sus manos nuestras ilusiones, que este país era el de la maravillas, incitándonos al consumo desmesurado, a la indiscriminación en el gasto público, en empecinarse con enfrentamientos con el pasado, manteniendo tropas en Afganistán, cuando en 2004 decían que las iban a sacar, promulgando leyes que van contra cualquier razón, desvalijando las arcas de la seguridad social para mantener otras lides que ni nos iban ni venían, comprometiendo así el futuro de la mayoría de los españoles y precisamente en las edades que más necesaria es la retribución económica y haciendo que luchadores de toda la vida, gente que se había esforzado en la consecución de un status social mejor, en la defensa de los trabajadores y sus derechos y sufrido prisión, maltratos y violencia, se dejarán caer en el butacón de la indolencia y se llevaban las manos a la cara viendo cómo se habían cargado la ideología por la que tanto lucharon y padecieron.
Buena carta, si señor, que hace justicia al pensamiento social, pues son los gobernantes que mantuvieron a este país en la inopia y se vendieron a la banca y la vorágine especulativa, contradiciendo la ideología que decían defender, los que han propiciado esta situación. Ocho años de inoperancia gubernativa, de vender humos que trataban como ideas y proyectos y que sólo eran posibles en sus febriles mentes o porque surtían y llenaban sus propias arcas, que han permitido que gente de orden y con valores pasen por tribunales y sean condenados.
Buena carta, si señor, que nos hace pensar si efectivamente, pues esta situación no viene de hace cuatro meses, sino que tiene un claro origen y unos responsables perfectamente identificados, no somos nosotros los responsables subsidiarios de esta situación, alimentado a un monstruo que hemos dejado crecer y ahora debemos abatirlo. No es la creación de esta fiera, que amenaza con devorar a la gente que se levanta cada mañana con el claro propósito de poder seguir adelante y dar de comer a su familia, una razón para especular con lo que pasará -éso ya lo sabemos todos-, sino el producto del desgobierno que nos ha venido guiando en los últimos años, no es un conejo que hayan sacado de la chistera ahora mismo, tachín, tachín, como dicen en Cádiz.
Una buena carta, si señor, con la que podemos identificarnos muchos pues es una situación que se viene repitiendo desde hace años y que tiene como culmen esos cinco millones y medios de parados que nos han dejado con su desafortunada política de empleo, cuando centraron todo la bolsa laboral en la peligrosa burbuja inmobiliaria que cuando explotó arrasó, con su onda expansiva, todos los ámbitos de la economía española, asolando campos en los que será difícil volver a implantar la cultura del esfuerzo y el desarrollo, porque hasta ése mismo momento, lo verdaderamente importante para el gobierno, era mantener al pueblo ocupado y distraído con actuaciones de enfrentamiento por lo que pasó hace setenta y cinco años o que el Barcelona o el Madrid ganaran la liga.
Buena carta, si señor. Pero no es hora de pedir responsabilidades a quienes han llegado hace dos días, porque de hacerlo estaríamos cayendo en la mayor de las intolerancias. Hay que coger el toro por los cuernos y saber que sólo nosotros tenemos que sacar adelante este país, desde la unidad, pero claro éso se consigue favoreciendo el espíritu de nacionalidad y no procurando enconar los diferentes estratos de la sociedad para distraernos de sus errores, como se ha venido promulgando hasta la fecha, pues desde el enfrentamiento sólo conseguiremos acrecentar la aridez y los resentimientos.
Éste no es un problema de izquierdas ni derechas, sino de los poderes fácticos-económicos que mueven los hilos de la política y que sólo obedecen al desmedido afán de enriquecimiento personal ignorando que la felicidad no es un estatus asociado al poder monetario. Hay que había que haber tenido, por quienes regían hace ocho años, y tal vez los que nos van a regir, la valentía suficiente para haberse enfrentado a ellos y no haber sucumbido al ingente poder del dinero.
Buena carta, amigo, que bien pudiera haber escrito hace unos años y advertirnos a los demás que nos dejamos guiar por un pastor que no supo defendernos del lobo.