El blog de lasevillanuestra.over-blog.es

Entra usted en la ciudad del descontrol y el desgobierno. Así rezaba un cartel situado en la parte superior de la Puerta de Carmona, que fuera acceso principal de caminantes y visitantes a este urbe hasta mediados del siglo XIX, antes de la modernización a que fue sometida, nunca mejor dicho y en la primera acepción que recoge el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, por el concejo de la época, y que unos vecinos que asumieron el papel, durante los siglos XIV, XV y XVI, y de manera fraudulenta, de recaudadores de un impuesto de entrada a la ciudad y que descubierto el pastel, lo instalaron a modo de información, y a lo que se exponían, quiénes osaban visitar su núcleo urbano.

Del mismo modo podría, hoy en día, en estos truculentos inicios del siglo XXI, instalarse este misma leyenda en esos mamotretos de carteles que han colocado en la periferia del casco histórico, en vez de esos otros que informan de la restricción al tráfico rodado durante gran parte del día y durante todo el año, bajo pena de ser sancionado con noventa euros por circular por tu ciudad.

La primera vez que tuve conocimiento de este plan de reordenación del tráfico rodado para el casco histórico de la ciudad –toma del frasco- mantuve unos instantes de ilusión al elucubrar sobre la posibilidad de que los iluminados que lo han dispuesto, disminuirían porcentualmente el impuesto de circulación de vehículos, cuando no la supresión completa del referido gravamen. Pero no sólo han mantenido este impuesto sino que nos amenazan con sancionarnos severamente cada vez que una de las cámaras emplazadas, en cualquiera de los accesos referidos, recoja la matrícula del vehículo y no hallamos salido del sector en cuarenta y cinco minuto. O sea, que si una tarde se me antoja tomar café en la Campana –podemos utilizar para este razonamiento cualquiera de las mil gestiones que se realizan en estos lugares-  y no utilizo alguno de los escasos aparcamientos de la zona, que imagino se saturarán, la merienda me puede salir por unos cien euros.

Entre los argumentos que han manejado estos jirafaltes se citan, como principales, el cuidado, preservación y respeto al más extenso casco histórico de Europa, hecho que me parece a todas luces elogiable, pero que bien podrían haber dispuesto soluciones alternativas antes de esta implantación salvaje, principalmente en el transporte público y  en la construcción de aparcamientos que vengan a subsanar esta restricción. Otra de las razones esgrimidas es la de aumentar la calidad de vida de los habitantes de la zona centro de la ciudad. Deduzco que, según esta aseveración, los sevillanos del Cerro del Águila o del Polígono de San Pablo, que soportan un tráfico endiablado en muchas de sus calles, con lo que conlleva de polución acústica y atmosférica, cuando no un altísimo riesgo de sufrir atropellos, son de tercera o cuarta categoría, en esta nueva instauración jerárquica que viene a favorecer a unos pocos en detrimento de la gran mayoría, a ésa misma que tanto refieren, quién gobierna en la ciudad, en sus eslóganes durante las campañas electorales.

Más les valdría dedicar estos dineros públicos a cumplir con los compromisos de pago contraídos en sus presupuestos, que están dejando en la ruína a muchos proveedores y que seguramente, con estas nuevas medidas, provocarán el cierre buena parte del pequeño comercio del centro.

Y lo peor de todo esto y lo que más me entristece. Seguimos anclados en el sin sentido, en la ilógica y en la desvergüenza. Como en el siglo XVI, seguimos padeciendo, y permanecemos inanes, la ciudad del descontrol y el desgobierno.