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25 enero 2013 5 25 /01 /enero /2013 12:08

            los-del-piso-de-abajo.jpg¡Qué magnífica presentación la realizada por la comparsa “Los del piso de abajo”, de Jesús Bienvenido! No puede ser más adecuada y representativa de la situación que viven casi seis millones de personas, que son muchos millones de familias. El infierno. Quienes padecemos estos desagradable y convivimos con estos desagradables avatares, los efectos de una crisis que consume en el fuego sus ilusiones y escasos recursos, nos identificamos con el paisaje que se reproduce sobre la escena del teatro Falla.

            Los datos ofrecidos por la última encuesta de población activa, que a este paso tendrá que cambiar su denominación por la de encuesta de población inactiva, sitúan a nuestro país en la cabeza de la desgracia del paro en la comunidad europea, un triste y sangrante honor. Los parados ya no sólo se preocupan por intentar rehacer su vida laboral sino que pierden cualquier atisbo de ilusión, porque las repercusiones sociales y familiares son extremas. Los desahucios aumentan en la misma proporcionalidad que lo hacen los índices de la paralización de la situación laboral, mientras esos comedores sociales, y no me refiero a las instituciones benéficas que están sosteniendo y paralizando el levantamiento popular, algo que debía de ser reconocido a instancias gubernamentales, siguen inmolando a trabajadores en sus nefastas actuaciones. No hay ni siquiera fuerzas para la protesta. La vida sindical se ha limitado, en lo últimos años, a vivir de la sopa boba. Las innumerables aportaciones económicas, que hace que sus principales dirigentes vivan en condiciones extraordinarias y excepcionales, posibilitando el disfrute viajes de lujo y cruceros de ensueño, han adormecido a la clase obrera. Estas inyecciones monetarias, y millonarias, solo han servido para narcotizar la verdadera esencia de los dirigentes de las clases obreras que además ha sido engañada con alucinaciones llamada sociedad de bienestar, enunciación repetida hasta la saciedad por los políticos que han venido gobernando durante los últimos quince años, unas gestiones políticas y económicas que sustentaban solo mentiras, que nos procuraron una situación ficticia y que a la postre, se saldó con el endeudamiento excesivo de las clases menos pudientes, a las que vendieron la utopía de creernos europeos, para que el tiempo nos ratificara como ciudadanos del norte de África.

            Esta situación de emergencia requiere medidas de emergencias, decisiones que no sólo afecten a los ciudadanos de a pié, que no lacere tan sólo a esa parte de la sociedad que comienza necrolizarse. Ayer se presentaron ochocientas mil firmas en el congreso de los ineptos, perdón, de los diputados para que se iniciara el trámite de la creación de una nueva ley que obligue a los bancos, cuando ejecutan los desahucios, a cancelar la deuda con la vivienda requisada. Eso sería lo justo. Solo hay que redactar el papelito, con sus términos jurídicos bien explicitados, y presentarlo a la consideración y votación para que sus señorías convirtieran sus palabras, fuera del hemiciclo, en una ley que vertiera justicia sobre la iniquidad con la actúan las entidades financieras. Claro que se me olvidaba que estos mismos bancos, sobre los que habría que actuar de inmediato, son los que les financian sus partidos y, por ende, sus lujosas vidas, mientras el resto de la sociedad se hunde en lodazal de pobreza. ¡Qué razón tenía Víctor Hugo! Los pobres siempre serán pisoteados y considerados como miserables.

            Sin duda alguna, al tiempo y quiero equivocarme, esta proposición de ley que ha solicitado una gran parte de la ciudadanía de este país, a los estos señores dicen representar, y a los que no se cansan de engañar y hasta maltratar con sus falsas promesas, en los periodos electorales, o cuando se encuentran en la oposición, tardará mucho tiempo en ser considerada, eso si no cae en el mayor de los olvidos, ninguneando unan vez más a quienes les procuran su majestuosa forma de vida.

            Por eso me parece extraordinaria la presentación de la comparsa de Jesús Bienvenido. Se lo han puesto a güevo. Unos viven en piso de arriba, con confort y seguridad, con platos calientes que les son servidos por un séquito de criados y otros, la mayoría, en el infernal sótano donde toda escasez tiene asiento, donde las penurias van cubriendo la existencia, pagando con sus deudas el enriquecimiento de una parte de la banca desvalijada por ellos mismo. Así estamos. Ésta es la sociedad del bienestar que nos prometían. Por lo menos calentitos estaremos siempre que a Pedro Botero no le dé por imponer un impuesto para poder vivir en el infierno.

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